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E
n los últimos 50 años, el avance tecnológico ha sido po-
siblemente el factor que más ha influido en la modifica-
ción de nuestra vida cotidiana. Cada día, nos ofrece nuevas
formas de producción de alimentos, herramientas y uten-
silios, equipos y aparatos eléctricos y electrónicos, medios
de transporte, formas de esparcimiento, ropa y accesorios,
alimentos procesados, cosméticos, medicamentos, plagui-
cidas, productos para el cuidado de nuestra piel, nuestra
limpieza personal y la de nuestros hogares. Puedo afirmar,
sin lugar a dudas, que prácticamente en todos los sectores
productivos utilizamos sustancias químicas, sean éstas ma-
terias primas, aditivos para alimentos, conservadores, co-
lorantes, pinturas, recubrimientos, selladores, impermeabili-
zantes, insecticidas, plaguicidas, pegamentos, cosméticos,
limpiadores, jabones y detergentes, cremas, talcos y, por
supuesto, medicamentos.
En este escenario, las sustancias químicas han cobrado un
lugar preponderante en la producción de todos estos nue-
vos satisfactores. Y por supuesto que al estar en contacto
con nuestro cuerpo y a través de la exposición crónica en ai-
re y agua necesariamente causan algún efecto sobre nuestra
salud y sobre el ecosistema.
Esta nueva condición ha sido plenamente reconocida por la
Organización Mundial de la Salud, al estimar que 23 por cien-
to de las enfermedades y 24 por ciento de los fallecimientos
a escala mundial, tienen que ver con la contaminación de
las sustancias químicas. El reto es inmenso y para tener una
idea de su magnitud, debo decir que del enorme universo
de más de 88 millones de sustancias químicas identificadas
y registradas, 65 millones están en el comercio. Inventaria-
das o reguladas sólo 310 mil. De ellas, tres mil constituyen
90 por ciento del consumo. Dos mil 500 son producidas en
un volumen mayor a diez toneladas al año. Solamente 50
de ellas están sujetas a convenios internacionales para su
eliminación y en nuestro país, solamente siete sustancias
químicas (arsénico, cadmio, mercurio, plomo, policlorobife-
nilos, dioxinas y furanos) tienen una toxicidad que exige su
atención prioritaria.
El riesgo de las
sustancias químicas
Carlos Álvarez Flores*
c ntaminación
