Se perdió un 30 por ciento de la cosecha de cacao en el último año
Medicilândia, Brasil.— El cacao actualmente se presenta como una alternativa de generación de empleos e ingresos para mitigar el desempleo local en Pará, al norte de Brasil, cuando finalicen las obras Belo Monte, una central hidroeléctrica ubicada sobre el río Xingú.
“Ahora nos damos cuenta del paraíso en que vivimos”, reconoce Darcirio Wronski, líder de los productores de cacao orgánico en la región de Pará el norte de Brasil.
Con la llegada de empleos fijos en las obras de la hidroeléctrica Belo Monte, la mano de obra dedicada al cacao se vio disminuida. “Eso ha provocado la pérdida de 30 por ciento en la cosecha de cacao de Medicilândia en este año”, estimó Wronski a IPS durante un recorrido por su cocotal.
No obstante, la expectativa sugiere que los trabajadores vuelvan al cacao una vez que se intensifiquen los despidos en las constructoras, al acercarse el final de las obras. Para el mantenimiento de los cacaotales son suficientes las familias que viven en las fincas, pero la cosecha exige manos adicionales.
Las fincas de cacao emplean mucha gente debido a que “su mano de obra es 100 por ciento manual, no hay máquinas para cosechar y romper sus frutos”, observó a IPS el técnico local Alino Zavarise Bis, de la Comisión Ejecutiva del Plan de Cultivo del Cacao (Ceplac), órgano estatal de fomento, asistencia técnica e investigaciones.
Además de programas de empleos e ingresos que asientan a las familias en el campo, el cultivo de cacao impulsa la reforestación. Medicilândia tiene aún dos tercios de población rural y, desde el aire, muestra ser un municipio que conservó sus bosques nativos.
Lo anterior ocurre porque, para su sanidad y productividad, los cacaotales necesitan la sombra de árboles más altos. Cuando ellos están creciendo los productores usan la sombra de bananos, lo que a su vez aumenta mucho la oferta local de este fruto.
Sin embargo, la producción orgánica es aún escasa. Únicamente el 1 por ciento del total del estado amazónico de Pará, donde se ubica Medicilândia y toda el área de influencia de Belo Monte, emplean estas prácticas. “Son cerca de 800 mil toneladas anuales de almendras de cacao y un nicho de 120 familias, agrupadas en seis cooperativas”, precisó Bis.
De acuerdo con el perfil de los productores orgánicos el técnico de Ceplac explica: “el productor orgánico debe tener un perfil distinto, más sensible a la preservación ambiental, a la sustentabilidad. Mientras el convencional mira la productividad y ganancias, el orgánico busca el bienestar, la salud familiar y la conservación de la naturaleza, sin ignorar utilidades, ya que obtiene precios mejores”.
En este sentido, el futuro del cacao se encuentra en la región de Pará, pues en ella están todas las condiciones favorables para su producción, “lluvia abundante, suelos fértiles y cultivo de agricultores familiares que permanecen en sus tierras, al contrario de los hacendados que viven en las ciudades”, sentenció Bis.